Son frecuentes las faltas de respeto hacia todos aquellos catalanes que se manifiestan abiertamente en contra de la independencia. También, el menosprecio hacia aquellos indecisos que no tienen clara su posición. Es la misma intolerancia que los independentistas llevamos denunciando a lo largo de estos últimos años. Los que antaño mostraban su indiferencia exhiben ahora su desprecio. Y viceversa. Cuestión de mayorías. Cambios de tendencia.
Sin embargo, la intolerancia no es un atributo que encontramos únicamente en refugios independentistas o en barbacoas unionistas. Tampoco es propiedad de la derecha, ni reside permanentemente en la izquierda. La intolerancia es una característica de la persona, un rasgo de la condición humana. Una mal llamada distinción.
Está claro que se puede debatir. De hecho, se debe debatir. Es necesario argumentar, rebatir, preguntar… Cuanta más información tengamos, mucho mejor. Pero siempre aceptando las reglas de juego, entendiendo que hay diferentes maneras de pensar y de sentir, y que todas ellas son válidas si son democráticas. Si queremos ser escuchados, el respeto siempre tiene que ir por delante. Si queremos optar a tener razón, tenemos que dejar de insultar.
Cuestión de educación. Puro sentido común.
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